La pérdida de un ser querido es un momento duro y complicado de afrontar, la muerte, forma parte natural de la vida y aunque somos conscientes de ello, cuando fallece alguien a quien queremos nos provoca un dolor profundo y complicado de gestionar. El periodo de duelo, es necesario para poder “superar” la muerte de un ser querido, no debemos intentar ir en contra de las emociones que nos produce este hecho, pues esto puede crear un conflicto emocional, que alargue el proceso de transición que vivimos tras la pérdida.

Cada persona afronta la muerte de diferentes maneras, y recurre a sus mecanismos de defensa para sobre llevar la situación, pero es cierto que existe una sintomatología asociada a este momento, y unas fases relacionadas con la superación del duelo, que nos pueden ayudar a entender que es lo que nos ocurre. Los síntomas más comunes a los que nos enfrentaremos serán la tristeza, a veces culpa, e incluso ira. También puede existir una falta de apetito o exceso de este, fatiga psíquica y física, aturdimiento, falta de concentración y apatía. Los dolores físicos, principalmente el de cabeza, es muy común junto con la opresión en el pecho, debido a la ansiedad característica del proceso.

Durante esta transición y adaptación a la perdida, nos encontraremos desinteresado por nuestras relaciones sociales, familiares y responsabilidad laboral. Además en estos momentos, resulta casi imposible entender como las personas de nuestro alrededor, continúan sus vidas de forma cotidiana como si no hubiera ocurrido nada.

Estos síntomas irán apareciendo durante el periodo de duelo asociadas a las fases explicadas a continuación. Estas no se dan de forma estructurada sino que fluctúan provocando diferentes sentimientos casi en un mismo momento.

  • La Negación, se manifiesta a través de la incredulidad hacia lo ocurrido, esta negación es simbólica, en todo momento somos conscientes de que la persona ha fallecido, pero es imposible creer que jamás regresará. Esta fase se acentúa si la muerte ha sido inesperada y la expresaremos con frases del tipo, ¡No puede ser! o ¡No me lo puedo creer!
  • Ira, sentimientos de injusticia y rabia por la pérdida, e incluso culpa. Según la situación la ira será manifestada hacia los médicos, por no haber realizado bien su labor, hacia otro familiar y uno mismo por no haber cuidado mejor de la persona fallecida, hacia Dios en el caso de las personas creyentes, e incluso hacia el propio fallecido por habernos dejado.
  • Negociación, la negociación suele expresarse a través de una tregua, buscando una vuelta a la vida anterior o un pacto con el dolor para sentirse mejor.
  • Depresión, esta etapa se caracteriza por el sentimiento de vacío y tristeza. En este momento se comienza a hacer una evaluación real de la pérdida, ayudándonos así a comenzar de nuevo.
  • La última fase, aceptación, reconocemos que nuestro ser querido no está y este hecho será algo permanente. A partir de este momento la persona comienza a reorganizar su vida y a adaptarse a la nueva situación.

Es importante tener presente que no debemos olvidar, sino aprender a vivir con la pérdida. Cuando esto no lo conseguimos hacer nosotros solos, con el apoyo de las personas que nos rodean, es conveniente acudir a un profesional, que nos oriente y ayude con el proceso.

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