Durante la etapa infantil es muy común que los niños manifiesten miedos. En cierto modo, el tener miedo, es algo adaptativo para nuestra especie, ya que cumple con una función de supervivencia ante diferentes situaciones de peligro.  Por lo tanto, que nuestros hijos tengan miedo puede considerarse normal  en muchas situaciones.

La mayoría de los miedos suelen ser “normales” en ciertas edades y evolucionan hasta desaparecer conforme el niño va madurando. En otras ocasiones,  los temores o miedos se vuelven patológicos y desadaptativos, ya que no están asociados a ningún peligro real, pero provocan un gran sufrimiento al niño condicionando su día a día como al dormir solo, ir al colegio, estar solo en una habitación, etc.

Cuando el miedo no sigue un ciclo de evolución “normal” con la edad del niño, hasta desaparecer, o es un miedo desadaptativo, debemos poner atención a las siguientes características:

  • La intensidad del miedo
  • La frecuencia de aparición del miedo
  • El grado de sufrimiento que le produce al niño
  • La naturaleza del miedo y sus circunstancias
  • La edad del niño

Todas estas características son determinantes para saber si los miedos que invaden al pequeño son normales para su edad o pueden ser patológicos.

Cuando el miedo es persistente y está fuera de una evolución “normal” puede alterar el funcionamiento del niño en el área familiar, escolar y social  provocando en él un gran mal estar, ansiedad e incluso con el tiempo el desarrollo de una fobia especifica. Cuando esto ocurre es recomendable la atención psicológica para resolver el problema.

Para conocer un poco más sobre los miedos que invaden a los pequeños se va a realizar a continuación  un breve resumen sobre los más característicos de cada etapa.

Veamos cuales son los miedos más característicos de cada etapa

  • En la primera infancia, la mayoría de los bebés no suelen manifestar el sentimiento de miedo hasta los seis meses de vida. A partir de aquí se desarrollan los primeros miedos  adaptativos,  como por ejemplo a las personas extrañas a su entorno, a las alturas o la famosa ansiedad por separación de la figura de apego. Estos miedos van en aumento hasta el año o los dos años, incluyendo el miedo a los animales y a los ruidos fuertes o desconocidos.
  • Desde los 2.5 a los 6 años, es la etapa de mayor importancia en los miedos infantiles. Se mantienen los anteriores, pero al aumentar el desarrollo cognitivo del niño se añaden estímulos imaginarios, como los monstruos, los fantasmas, personajes de ficción, etc. Durante esta etapa se desarrollan de forma más fuerte los miedos a los animales pudiendo perdurar hasta la edad adulta si no se trata.
  • De los 6 a los 11 años, el niño ya es lo suficientemente maduro para saber diferenciar entre los miedos imaginarios y los reales. Estos últimos son los más habituales, destacando el miedo a la sangre, heridas, inyecciones, médicos, accidentes, etc. De esta forma van desapareciendo los miedos imaginarios de la etapa anterior. En algunos niños por circunstancias concretas pueden aparecer miedos en la relación con los iguales, temor al fracaso escolar, a la crítica, al divorcio de los padres, etc.
  • Preadolescencia: Se acentúan los miedos al fracaso, al rechazo por parte de sus compañeros, amenazas de otros niños, a la crítica, etc. Incluyéndose los miedos al cambio de su propia imagen que comienzan a surgir en esta etapa.
  • Adolescencia: Se mantienen los temores de la etapa preadolescente, intensificándose los que corresponden con la relaciones entre sus iguales, el rendimiento escolar, el reconocimiento por parte de los otros, etc.  Al mismo tiempo que los temores anteriores aumentan, disminuyen los relacionados con el peligro, la muerte, etc.

¿Cómo comienzan estos miedos?

Algunas de las variables que influyen en el origen de los miedos infantiles son:

  • Los patrones familiares que el niño aprende  observando a sus padres, hermanos u otra persona del entorno. Debido a esta interacción, el niño habitualmente  puede manifestar los miedos y emociones negativas que la persona modelo.
  • Las instrucciones verbales negativas que podemos darle a nuestros hijos sobre una situación o estimulo concreto, pueden generar e iniciar un temor. Por ejemplo: “si te portas mal va a venir el coco”, etc.
  • En muchas ocasiones los miedos se adquieren por un aprendizaje directo. Un ejemplo claro seria el miedo a no poder respirar en niños que tienen asma, o el miedo a los perros en niños que han experimentado una mordedura del animal.
  • Experiencias traumáticas como presenciar malos tratos, accidentes, muerte de algún ser querido, etc.

Es importante, como ya se ha dicho, buscar ayuda profesional cuando nuestros pequeños manifiesten miedos patológicos que le están perjudicando en su vida diaria y en la vida familiar.  La atención psicológica es muy útil para resolver estos pequeños problemas que entorpecen el desarrollo de los niños.

Share This
Abrir WhatsApp
1
Hola, ¿en qué podemos ayudarte?
Hola, ¿en qué podemos ayudarte?