La elevada prescripción médica de antibióticos, su consumo irresponsable por parte de la población y su utilización en las granjas para acelerar el engorde de los animales, son las principales causas de la resistencia genética que estamos desarrollando a estos medicamentos. Las autoridades sanitarias británicas y norteamericanas han alertado sobre esta “catastrófica amenaza”, cuyas consecuencias económicas y riesgos para la salud a medio plazo se han comparado con el terrorismo bacteriológico y el cambio climático.
El último informe anual sobre el sistema sanitario británico, presentado ayer por la directora general de Salud Sally Davies, se ha centrado íntegramente en el riesgo sanitario para la población y los problemas financieros para el sistema nacional de Salud que supone la creciente resistencia de los microorganismos a los fármacos. Un problema que está detrás del incremento de las infecciones hospitalarias, con especial incidencia de bacterias como la E. coli o la Klebesiella. Otras menos frecuentes hasta la fecha, pero que ya se conocen como superbacterias (NDM-1, MRSA, MDRTB, C diff), están llamadas a convertir en intratables ciertas infecciones comunes. El pasado año fallecieron 5.000 británicos por infecciones hospitalarias, aunque solo la mitad fueron causadas por bacterias resistentes a los medicamentos.
En el texto se incluye una serie de medidas urgentes como son la restricción de las prescripciones masivas de antibióticos y la inversión en I+D para desarrollar una nueva generación de antibióticos. “Si no gestionamos bien esta amenaza, en dos décadas tendremos un sistema de salud similar al que teníamos a principios del siglo XIX porque una simple operación de cirugía menor provocará infecciones incurables que causarán la muerte de los pacientes”, advirtió Davies.
Partenariado público-privado para el desarrollo de fármacos
La directora general británica de Salud no solo ha querido poner este problema sobre la mesa del primer ministro David Cameron para que se coordinen diferentes ministerios, sino que también hizo un llamamiento a la comunidad internacional:“Tenemos que reaccionar con celeridad y empezar por elaborar un registro con los principales riesgos para determinar cómo combatirlos”. Una estrategia en la que debe ocupar un lugar central la industria farmacéutica, que no ha presentado nuevos avances científicos relacionados con los antibióticos desde 1987.
La razón del inmovilismo de las compañías farmacéuticas no es otra que la económica. La propia directora general de Salud reconoce que actualmente no hay la suficiente demanda ni mercado para desarrollar nuevos antibióticos. “Estos fármacos se consumen menos porque se limitan a los tratamientos de pocos días, mientras que los fármacos para tratar la presión arterial, por ejemplo, se utilizan durante toda la vida, por lo que la industria prefiere orientar su I+D hacia este tipo de medicamentos”, apunta la británica.
Para hacer frente a las reticencias de la industria, Davies propone impulsar una colaboración público-privada, aunque no descarta la posibilidad de que finalmente “debamos desarrollar nuevos tipos de antibióticos de forma 100% pública”. Como ejemplo a seguir ha citado la Iniciativa de Medicamentos Innovadores (IMI); un programa con capital público y privado impulsado por la UE y la Federación de las Industrias y Asociaciones Farmacéuticas (EFPIA). Con más de 2.000 millones de euros de presupuesto, sus principales objetivos son fomentar los nuevos descubrimientos farmacológicos de forma ágil, desarrollar mejores medicamentos para los pacientes y propiciar la competitividad en Europa, asegurando así que el sector biofarmacéutico sea dinámico y cuente con la tecnología necesaria para ello.
Uso descontrolado de fármacos en la industria alimentaria
La resistencia a los antibióticos y la trasmisión de enfermedades infecciosas se ha convertido en los últimos años en uno de los principales quebraderos de cabeza de la Society for General Microbiology. Numerosos estudios científicos llevan años analizando el desarrollo de patógenos resistentes a los antibióticos. Muchos de ellos han asociado este fenómeno con el uso descontrolado de estos fármacos en el ganado, tanto para tratar enfermedades como para acelerar su crecimiento.
Una de las investigaciones más recientes fue publicada el pasado mes de febrero en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). En el estudio, titulado Diverse and abundant antibiotic resistance genes in Chinese swine farms, se concluía que “el uso de antibióticos en granjas está asociado directamente con la transferencia de bacterias resistentes a los mismos de animales a humanos”. La abundancia de los denominados ARG (genes resistentes a antibióticos) “aumenta la probabilidad estadística de que se dispersen, surjan nuevas mutaciones y se produzca una transferencia horizontal en el ambiente”, añade el estudio. Y es que solo en EEUU, la industria alimentaria está empleando el 73% de los antibióticos que se comercializan en el país.
La especialista en enfermedades infecciosas y profesora en Dartmouth’s Geisel School of Medicine Jessica Lahey lleva años alertando sobre las consecuencias del consumo indiscriminado de antibióticos, principalmente por parte de los niños. Es por eso que apela a la responsabilidad no solo de médicos, sino de los padres que intentan curar los resfriados de sus hijos con antibióticos, cuando “la mayoría de ellos no son causados por virus”.
Pautas básicas para no sobremedicar a los niños
A la larga, “se produce un daño enorme para la salud”, mientras el número de enfermedades infecciosas resistentes a los fármacos va en aumento, especialmente las de trasmisión sexual. Para evitar el consumo innecesario de antibióticos, Lahey propone cuatro pautas básicas que los padres deberían tener siempre en cuenta para proteger a sus hijos.
- Los antibióticos no están indicados para tratar resfriados o bronquitis, aunque duren más de dos semanas. En estos casos no se deben consumir, a no ser que existan indicios de neumonía.
- Las infecciones de oído y la sinusitis no siempre requieren un tratamiento a base de estos fármacos. Hay que insistir al médico para que se asegure de la gravedad de los síntomas antes de prescribir antibióticos.
- Las neumonías, que sí deben tratarse con antibióticos, no siempre se diagnostican adecuadamente. La simple exploración física no basta, por lo que se debe pedir siempre una radiografía de tórax para determinar realmente si se trata de una neumonía antes de tomar antobióticos.
- Finalmente, y siempre que el pediatra o especialista recete antibióticos al niño, hay que preguntarle el porqué de dicha prescripción.
Fuente: www.elconfidencial.com